Cuando pienso en Paulina Duran y su cuerpo menudo, se me cruzan los recuerdos de su entrega performática para la clase de Vanguardia. Pasó más de dos horas sentada en una de las esquinas del salón quitándose capas de plástico y agregando sobre su cuerpo pintura de colores. También, aparecen algunos momentos en los que disipa su rebeldía y la veo maquillada a la perfección: una capa de base gruesa que torna su piel tersa y sus ojos cafés cargados de negro. Todos los días visita su caballo, entonces la imagino haciéndole un peinado diferente para cada ocasión y hasta alcanzo a sentir la fuerza que los dos experimentan en sus cuerpos al dar cada salto. La veo de paseo con sus amigos oyendo reggaeton en la piscina, o en la sala de su casa alejada de la ciudad escuchando Jazz al lado de su padre. La veo caminar por las calles mojadas de la capital inglesa o analizar los últimos desfiles de Moschino y afirmar que la marca ya no le gusta como antes, y que su favorita sigue siendo Fendi. Aun así, llevo días preguntándome quién es Paulina Duran y no encuentro una única respuesta. Tengo un sticker pegado en mi boca.
Recurro a otras bocas para intentar descifrarla.
Marcela Gonzáles, profesora de la clase de Innovación y guía en su proyecto de grado me dice:
Segura, inconforme, en el buen sentido, directa, a veces intolerante e impaciente. Cuando se lo propone, no cuando se lo exigen, tiene resultados académicos excelentes, porque es muy inteligente, pero puede perder la motivación o simplemente ser terca o voluntariosa.
Empieza a desprenderse el sticker porque con las palabras de Marcela cristalizo los tres motores que movilizan a Paulina: la agresividad, la pasión y la sensibilidad. Un poco más de lápiz labial y después ataca. Sabe activarse en la acción para entregar algo con locura, para salir de cualquier hueco de tristeza, de cualquier bloqueo.
Te podría decir que es alguien que no tiene pelos en la lengua. Franca, a veces demasiado. Extrovertida y extremista si ama y viceversa, muy creativa pero depende del día, del clima.
Me dijo Mario Saenz, profesor que ayudó a Paulina a consolidar este portafolio donde la boca es la protagonista. La boca que dice o calla, la boca que palpa. Boca con rabia, boca con asombro, boca con tristeza, con éxtasis, y claro está, boca que ama.
Y como las palabras abren las puertas y la mayoría de veces Paulina es capaz de quitarse la cinta de su boca, cada uno de los capítulos de este portafolio expresa con total libertad las sensaciones que le produjo estudiar Mercadeo y Comunicación de la Moda. Rabia e incomodidad fueron la inspiración para el primer capítulo en el cual tres de los textos escritos en la clase de Comunicación de la Moda, al parecer, no encontraban la salida. Asombro para una editorial en la que se conjugan el circo y el show que iluminan la inspiración. Las fotografías de Zico Rodriguez, con ángulos diagonales y la flexibilidad sorpresiva de la modelo Maria Teresa Mora, son resaltados por la luz neón azulada y el maquillaje metalizado. Tristeza para el siguiente capitulo ya que Paulina muy bien lo dice: no me gusta el mercadeo, sin embargo analiza marcas como Prada, Diesel y Burberry, y expone un estudio consciente de cada target y cada mercado. Extasis en la cuarta sección y propuesta final para su proyecto de grado en la que planea un Museo-Bar con altos niveles de tecnología. Se trata de un espacio que reúne todo el talento emergente en el mundo del diseño con un alto contenido sensorial para el consumidor. Felicidad pura en el último capitulo donde el pulso se activa y la creatividad aparece gritando después de estar callada.
Es que Paulina Duran nunca ha tenido un sticker en la boca y ahora sabe que más vale gritar, por eso así la veo, así la vemos, gritando con fuerza, pero solo cuando quiere.
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