sábado, 11 de noviembre de 2017

Gramos de sal marina

 “Ah, Lori, cuando aprendas vas a ver el tiempo que perdiste. La tragedia de vivir, existe, sí, y la sentimos. Pero eso no impide que, tengamos una profunda aproximación de la alegría con esa misma vida.” 

Clarice Lispector


A María Margarita la recuerdo los jueves en la mañana en el salón 3302, en la clase de Comunicación de la Moda. Primera fila, mesa del centro, siempre puntual y perfectamente arreglada. Me enamoré de sus textos y de sus ejercicios visuales presentados para cada propuesta editorial. Es más, aun tengo una de sus entregas en mi Instagram: una fotografía en tonos azules, la modelo en un plano americano y una ilustración de flores en tonos rojizos, único acento de color que le tapa uno de los ojos a la modelo.


Evoco esos jueves en la mañana y veo a María Margarita siempre impecable y sofisticada. Sé que la moda pasa por sus manos y ella la aprovecha, la busca, la persigue y la encuentra, y ahora lo reafirma en este portafolio inspirado por el amor que le tiene a la moda. Pienso en María como una mujer caleidoscopica que va jugando con su traje: chaquetas de cuero, abrigos, pañoletas, y ni hablar de los collares de perlas, el largo con piedras azules y moradas, su favorito entre las piezas que heredó de su abuela. De su madre también recibió la elegancia y unos cinturones gigantes ochenteros que encontró hace poco: María como una cazadora en una búsqueda continua de la prenda renovada. De la moda nos podemos enamorar fácilmente, ya sea de una chaqueta de cuero curtida por los años o un kimono original que aún cuesta usarlo: prendas que cuentan historias. Pero la historia de María no es cualquier historia, la mezcla que la caracteriza la hace ecléctica y clásica a la vez. Unos gramos de sal marina que vienen del Atlántico y un poquito de agua de río de la Guajira: colores y locura que se revelan en un cuerpo capitalino. 


Y es así como en Mariposas en el estómago el pulso del amor solo sube y esa pasión por la industria nos lleva a recorrer caminos extraordinarios, primero el prólogo que ella misma escribió, una  carta-mapa que indica una ruta posible para sus lectores. Después las frases que acompañan el inicio de cada capítulo y dan las pistas de lo que viene, por ejemplo: la moda (y la vida) son para contar historias o la explosiva emoción de vender sueños (o moda).


En el primer capítulo de Comunicación, María se inspira en el enredo, un continuo monólogo interior que permite la creación a partir de las palabras. En el segundo capítulo, Editorial, aparecen los nervios frente al vértigo, como ante la caída de una montaña rusa, por eso líneas lilas que suben y bajan sobre un fondo blanco acompañan la editorial. Fuegos artificiales inspiran el capítulo de Mercadeo, donde encontramos el estudio de mercado de dos marcas colombinas: Leal Daccarett y Studio F, y la propuesta de perfume para Yves Saint Laurent basada en el vestido Mondrian. La imagen central en Proyecto de Grado es un corazón que se acelera representado por siluetas de imágenes triplicadas que acompañan la propuesta de marca de ropa para lluvia creada por Maria. Las mariposas invaden el quinto capítulo Creatividad, donde el trabajo de primer cuatrimestre de ilustración comparte páginas con una propuesta de vitrinismo para la marca holandesa Viktor and Rolf y unos figurines inspirados en las colección fall16 de Gucci y Marni.


Y como el amor a la moda es el tema central quería entregarle a María alguna frase emblemática, una cita de aliento, de vida salvaje latiendo. Por eso Lispector. En Aprendizaje o El libro de los placeres, Ulises le dice a Lori que ha perdido mucho tiempo sufriendo, y ese dolor se puede convertir en placer, solo si ella así lo quiere. Y sé que hay momentos en que se llega a odiar la moda, porque también he sentido nauseas cuando la superficie brillante parece insulsa, como una máscara de mentiras sin trasfondo. Pero María no quiso mencionar ese odio porque es más fuerte el amor, ya sea en caída, pálpito o explosión: un amor que sostiene, que se traduce en texto, en collages o en una fotografía. Mundos para ser descifrados, latidos casi infinitos. 



Por Ángela Carmona


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