Quién era usted, usted que hablaba poco y que habló tanto –tanto– de un solo amor de todos los que tuvo: de uno solo.
Leila Guerriero
Para empezar debo decir que estoy enamorada de Andrés Ardilla, bueno, sé que me enamoro con facilidad, pero Andrés me cautivó desde el primer instante. Su cara cuadrada, mentón marcado, nariz romana junto con su mirada penetrante y cejas pobladas. No, corrijo, su mirada es aguda, instintiva, casi clarividente. También me enamoré de su silencio, su timidez mezclada con cierta arrogancia. Pero después, me sorprendieron su agudeza mental y su claridad creativa: Andrés respira moda y también la suda, serpiente que va mudando de piel mientras te seduce.
Pero los amores no siempre son correspondidos, yo amo a Andrés, pero él ama a otro que, al parecer, también es inalcanzable. Ese otro que, en realidad, es múltiple y está expuesto en este portafolio, su trabajo de grado que reúne en cinco capítulos su paso por el programa de Mercadeo y Comunicación de la Moda. Se trata de cinco hombres diferentes, cinco amores que le rompieron el corazón.
Es así como con una paleta de color vibrante acentuada por el rojo escarlata y las líneas amarillas que indican peligro, Andrés escribe: sea como sea, terminará rompiendo tu corazón. Uno o cinco, reales o ficticios, hombres que te conquistan, te devoran y luego se van. Hombres llenos de emociones y adrenalina. Algunos te suben hasta las nubes más rosadas, esos que aún conservan la magia enjaulada de Jim Morrison con los excesos de los años 70. Otros son los nómadas contemporáneos, gipsies eternos, finalmente están los obsesionados con la fuerza de su propio cuerpo. Cinco capítulos que ilustran sus personalidades arrolladoras, su encanto genuino, su mordida letal que acompañan los principales ejes del programa y las propuestas de mercadeo y comunicación realizadas por Andrés.
Ahora que lo pienso, Andrés puede ser cualquiera de ellos rompiendo mi corazón y también el de muchos otros.
Más aun, dentro de unos años, lo seguirá haciendo cuando se pasee por las calles de Florencia o Milán y se camufle entre la distinción y el placer. Lo sé porque Andrés me da miedo, me intimida el hombre que llegará a ser. Pero también soy consciente que en el desamor habita un motor creativo, por eso seguiremos hablando de esos tantos amores o ese único amor que nos aniquiló.
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