¿Nombrar una experiencia estética puede considerarse un acto de traducción? Podríamos pensar que, al ser dos formas diferenciadas, una plástica y otra oral o escrita, es imposible hallar una buena traducción. Pero los lenguajes, como connaturales a los hombres, pueden fundirse, tensionarse y expresar lo incomunicable desde esos extremos que los separan. El problema en este ejemplo no es intentar pensar que traducir una propuesta plástica de moda a la oralidad o a la escritura es un imposible: la capacidad de nombrar le pertenece a lo humano, pero una mala traducción hace del abismo algo insostenible. En La tarea del traductor se plantea esta problemática sabiendo que cada lenguaje se comunica a sí mismo. Para Benjamin el ser humano comunica su propia entidad espiritual en su lenguaje al nombrar las cosas y, cuando la obra original alcanza un aire superior, el traductor no puede esperar perseguirla: en el original el contenido y el lenguaje forman una unidad como si fueran fruto y cáscara, la traducción rodea al contenido como si fuera el manto de un rey(Benjamin, p.521). Lo poético se escapa de la comunicación y eso incomprensible, tanto en un poema de Baudelaire como en un vestido de Yohji Yamamoto. Lo poético es incomunicable si no se deja que las lenguas, o en este caso los lenguajes, sigan su camino evidenciando, como plantea Benjamin, la exigencia de un lenguaje sagrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario